¿Cómo educar a las personas sin implicar a los niños, sin ayudarles a crecer como seres de libertad y creatividad, como seres abiertos a todas las posibilidades? ¿Cómo conseguir que esta educación influya, a su manera, en el destino de toda la humanidad? A lo largo de su vida, la gran pedagoga Maria Montessori (1870-1952) intentó responder a esta pregunta a través de sus escritos y de la creación de nuevas escuelas. En este libro, hace especial hincapié en dos firmes convicciones. En primer lugar, considera que la educación es el único medio de construir la paz entre los pueblos. En segundo lugar, explica hasta qué punto los niños vienen al mundo en posesión de directrices interiores que permitirán a los adultos hacer efectiva esta educación. Es a partir de esta riqueza, que ya está presente y debe cultivarse, que el niño puede ver desarrollarse su propia personalidad. Escrito en la India y publicado en 1949, este texto es el testamento espiritual de María Montessori y la clave de toda su obra.